El funcionamiento general del mundo by Eduardo Sacheri

El funcionamiento general del mundo by Eduardo Sacheri

autor:Eduardo Sacheri [Sacheri, Eduardo]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Realista
editor: ePubLibre
publicado: 2021-08-31T16:00:00+00:00


* * *

14

—¿De dónde sale la expresión «sentarse a lo indio», papá? —pregunta Joel.

—No tengo ni idea, hijo.

—Es una apropiación cultural, como tantas otras —afirma Candela.

Federico y Joel se miran y es evidente que los tienta mucho la posibilidad de burlarse del tono asertivo de la chica. Pero se contienen. Hace demasiado poco tiempo que dejaron atrás la rabieta de la tarde, y el horno no está para bollos.

—¿Alguien quiere más? —pregunta su papá, mostrando las rodajas de pan y de fiambre que quedan sobre la cama.

—Estoy lleno —dice Joel.

Candela niega con la cabeza. La habitación del hotel tiene una cama matrimonial y una cama de una plaza. Están sentados en ronda en la cama doble, con los restos de la cena en el centro. Joel estira la mano hacia la botella de gaseosa y duda. ¿Puede tomarse lo que queda o es un acto de angurria?

—Por mí terminátela —su padre parece leerle el pensamiento—. Mañana, sin gas y a temperatura natural, va a ser un asco.

Joel interroga con un gesto a su hermana, que le devuelve otro de aprobación. Mientras bebe el resto de la botella en tres tragos largos, le viene una imagen a la cabeza.

—Parecés un muñeco de nieve —dice Joel, y se prepara para que su hermana se ponga como loca.

—Y vos parecés un pelotudo. Bah, sos, no parecés. ¿Por qué no…?

—¡Candela! —la reta el padre.

—¿Por qué no le decís a él?

—¿Y qué querés que le diga?

—¡Se está burlando de mí!

Joel ve que su viejo la observa y parece a punto de decir algo. Candela baja la vista para mirarse. En el supermercado compraron como pudieron, lo que pudieron. No había mucha ropa de abrigo que digamos. No había variedad de modelos, ni de colores, ni de talles. Encima la pavota empezó a revolver todo, y se quería probar un montón de cosas, y Joel no daba más de hambre y la empezó a apurar, la verdad. Si no la apura, piensa Joel, todavía están ahí perdiendo el tiempo en el supermercado.

Al final se trajeron dos pantalones largos de pólar y un montón de buzos del mismo material. Los compraron enormes, XL y XXL, porque no quedaban en talles más chicos. Y los colores (en eso Candela tiene razón) son un poco chillones. Naranja, amarillo y turquesa. Flúo. Todos. ¿Pero qué quiere esta tarada? ¿Que un supermercadito así de chiquitito, en la periferia de Comodoro Rivadavia, tenga la misma variedad que un shopping? A su viejo también le compraron esos pólars. Casi suelta la carcajada cuando los vio venir vestidos con eso. Pero no dijo nada porque la cara de Candela, a punto de estallar, lo convenció de lo contrario.

—¿Algún problema? —les pregunta ahora, desafiante.

Federico se incorpora y recoge los restos de la cena improvisada.

—Para nada, hija.

En diez minutos cada cual ha ido al baño y están acostados y con la luz apagada. Joel siente que los ojos se le cierran. Vuelve a abrirlos cuando le habla su padre.

—Che, Joel… Una zanahoria no compraste, ¿no?

Joel, que entiende de inmediato, contesta con naturalidad.



descargar



Descargo de responsabilidad:
Este sitio no almacena ningún archivo en su servidor. Solo indexamos y enlazamos.                                                  Contenido proporcionado por otros sitios. Póngase en contacto con los proveedores de contenido para eliminar el contenido de derechos de autor, si corresponde, y envíenos un correo electrónico. Inmediatamente eliminaremos los enlaces o contenidos relevantes.